• Cerebro y dolor crónico ¿cómo funciona?

    Cerebro y dolor crónico ¿cómo funciona?

    El dolor es una sensación desagradable que refleja nuestra lucha con el medio natural. Es más, el dolor es efectivo exactamente por ser una sensación desagradable y forma parte esencial de la vida. En general, el dolor nos avisa de daños mucho antes de que nuestro cuerpo pueda llegar a ser dañado seriamente. Tiene por tanto un propósito: avisar a la persona (o animal) que siente el dolor para evitar un peligro concreto. Además, tiene un objetivo claro: la protección del individuo y su recuperación; aunque en algunas ocasiones funciona de una forma extraña y puede llegar a desesperar a quien lo padece.

    Una mala posición mantenida en el tiempo, un esguince o una rotura de fibras podrían tener relación directa con cambios estructurales en el tejido afecto. Nuestra mente percibe que este tejido se encuentra en peligro, y por lo tanto, emplea los mecanismos para provocar dolor con el fin de evitar repetir esta situación, independientemente de si es una caída, un mal movimiento, etcétera. Cuando el dolor persiste en el tiempo, es porque el sistema nervioso asume que la persona se encuentra en bajo amenaza constante para su integridad física. En cualquier caso, tenemos la certeza de que no tiene porqué haber relación directa entre la intensidad del dolor percibido y el daño tisular asociado. Nuestro sistema nervioso central escanea los estímulos que percibimos en tiempo real, así como aquellos estímulos que tiene almacenados en la memoria, nuestro estado emocional y toma una decisión con respecto a una pregunta que se repite constantemente: ¿debería provocar dolor?

    Existen casos muy interesantes sobre como interpreta nuestro cuerpo el dolor. Por ejemplo, en el caso de las amputaciones en torno al 70% de la gente experimenta lo que se denomina síndrome del miembro fantasma, sintiendo dolor, picazón y quemazón en la zona que les ha sido extirpada del cuerpo, aunque esa extremidad haya sido separada del cuerpo hace meses (¡o incluso años!). Esto es debido a que nuestro sistema nervioso central tiene control sobre un esquema corporal previo.

    Cerebro

    El cerebro, la corteza cerebral y sus dos hemisferios.

    ¿Cómo funcionan los sistemas de alarma y dolor del cuerpo humano?

    Grosso modo, el sistema nervioso central recibe constantemente señales  eléctricas, que decodifica al instante en busca de una situación de peligro. Tenemos millones de células nociceptoras o del dolor en nuestro cuerpo, cuya única misión es la de informar a la médula en caso de peligro. Por si fuera poco, contamos además con otra serie de células especializadas en la interpretación de estímulos de tipo mecánico, químico y asociados a la temperatura.

    Estos impulsos eléctricos viajan por nuestro cuerpo para alcanzar los receptores neuronales, encargados de hacerse eco del mensaje doloroso hacia el cerebro, y a este nivel es donde podemos actuar los fisioterapeutas. Pondré en esta ocasión como ejemplo a la anestesia. La anestesia local funciona anulando la función de las células nociceptores o del dolor cuando se provoca un estímulo doloroso. Por este motivo, los impulsos no llegan nunca a la médula espinal y, en consecuencia, no percibimos dolor alguno. Curiosamente, estas células especializadas en el dolor tienen una esperanza de vida corta, por lo que son reemplazados constantemente a lo largo de nuestra vida.

    Conducción nerviosa

    Conducción nerviosa en una neurona mielínica.

    Dolor crónico y estrés celular

    El estrés puede ser uno de los factores que determinen el incremento de una situación dolorosa, pues el sistema nervioso es sensible a una sustancia química que se libera en situaciones de estrés. Esto puede llegar a crear un círculo vicioso: el cerebro percibe que hay una situación de amenaza constante, las neuronas mensajeras del estímulo doloroso aumentan su sensibilidad a estímulos dolorosos para protegernos y, el estímulo que nos provoca dolor, termina por resultar mucho más doloroso, pues cada vez hay más receptores abiertos y trabajando más tiempo.

    Este incremento de sensibilidad es, casi siempre,  uno de los principales culpables de la persistencia y cronificación del dolor. El dolor es «normal», pero los procesos subyacentes se encuentran alterados. De hecho, si se dieran cambios en la estimulación de la médula espinal, el cerebro dejaría de recibir información tan exquisitamente precisa de la afección de estos tejidos. En el asta anterior de la médula espinal se encuentra un «amplificador» o «distorsionador» de señal. Por este motivo, el cerebro, que se encuentra totalmente sobreestimulado, percibe un dolor mucho mayor del que se corresponde con a nuestro estímulo o afectación. Como resultado, la respuesta del cerebro se basa en una desinformación sobre la salud y estado de los tejidos que se encuentran al final de la neurona que envía la señal dolorosa, pues los centros de ignición del dolor se encuentran activados y en constante actividad.

    Los seres humanos tenemos la capacidad de identificar una situación de peligro potencial y de influir en la misma. Si las terminaciones nerviosas están sobresensibilizadas, cuando hay estímulos considerados como peligrosos aparecerá dolor, aunque no haya una conexión directa con daño en tejidos. Frente a este tipo de dolor crónico, es importante reducir en la medida de lo posible el estímulo doloroso y las emociones asociadas a este estado. De acuerdo con la bibliografía, el movimiento  mejora la salud en las articulaciones, el sistema circulatorio, respiratorio, nervioso… y es por lo tanto un potente aliado en nuestro proceso de recuperación. La constancia en el tratamiento de fisioterapia persigue encontrar la linea de reactivación del dolor, para reducir la percepción del estímulo que amenaza el tejido y aumentar su tolerancia al dolor.

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